Refrescando memoria.
Una patria puta y sin historia.
“El efecto domino del neoliberalismo, la globalización y el
TLC”
La historia es como una gran biblioteca mundial que se pierde entre infinidades de galerías. Se
hallan allí, a causa de un pueblo cómodo en la mentira,
libros que cargan con la corrosión en sus páginas y el olvido de sus
letras. En las escuelas nos enseñaron a
escudriñar la historia desde la visión de la aceptación y el olvido, porque una
vez es leído el pasado tenemos la certeza de no reconstruirlo, hasta tenemos la
manía de modificarla por conveniencia o por la triste enfermedad de la memoria
cruel que nos acecha. Del pasado nos quedan algunos historiadores malgastados,
ya no tenemos cronología ni una verídica
historia. En este sentido, aclaro que no soy historiadora, ni viajo en la
máquina del tiempo, este ensayo solo es el resultado de las historias contadas
en diarios, libros y lo poco que queda de la memoria colombiana.
Para aquellos que creen que todas las peripecias que se han
masificado alrededor del neoliberalismo en el actual gobierno, son justamente
su responsabilidad, les comento que solo son los efectos de las decisiones
tomadas por nuestros antepasados dirigentes y que los actuales repiten sin
complique. Por si no lo recuerdan, en la
década del 90, durante el periodo del presidente Virgilio barco se introdujeron
las políticas neoliberales que
pretendían implementar una política económica con énfasis tecnócrata y
macroeconómico, que reduciría al mínimo la intervención estatal en materia
económica y social, lo que llevaría a
privatizar los entes del estado, dar una apertura económica a otros
países y mayor desarrollo económico y social para el país. Sin embargo al poner
en marcha este plan, los colombianos presenciaron una terrible degradación en
su economía, el desempleo aumento, la soberanía se encontraba en riesgo y la autonomía política ya no era decisión
del estado.
Estados unidos había llegado al país con las perversas intenciones
de ayudar, sin embargo quería
controlarlo todo, es decir, poner en marcha una nueva colonización. Colombia en su ingenuidad quería seguir los
pasos del gigante mundial, se propuso a seguir los concejos que le imponían los
gringos. Entre los concejos que durante
esta presidencia fueron tomados fue la forma nacional que asumió el llamado
Consenso de Washington, que aplicaba tres principales ideas: Disciplina
macroeconómica, economía del mercado y por ultimo apertura al mundo. Este
devastador plan fue puesto en marcha durante el mandato del presidente Cesar
Gaviria, para ese entonces se conoce que
su aplicación nació de una extorsión del Banco Mundial, según lo explicó en El
Tiempo del 27 de febrero de 1990 el ex ministro de Hacienda Abdón Espinosa
Valderrama. Este fenómeno llevo a Colombia a experimentar la reducción de
recursos económicos, pérdida de autonomía política frente a los actores
externos y debilidad dentro y fuera del país.
Ahora bien, se hace necesario nombrar que durante la
presidencia de Andrés Pastrana se introdujo el plan Colombia en el que se
promocionó la paz, se planteó el fin del narcotráfico y se restablecería la
economía financiera, pero ojo aquí, nuevamente con la ayuda de Estados Unidos.
Repetimos la misma historia, Colombia continuaba como un simple enano
codiciando la apariencia del gigante frente al espejo. Alardeaba con dejar el
bajo mundo comiendo cuento a punta de palabras rimbombantes como globalización,
capitalismo, riqueza, felicidad, empleo, exportación, etc. En efecto, la deuda
externa aumento, los patrones de mercado eran diferentes, no teníamos
suficiente inversión extranjera. Estados Unidos había jugado sucio al presentarse
como el buen samaritano financiando al ejército que combatía con las fuerzas
armadas revolucionarias para acabar con el narcotráfico y obtener la paz,
mientras nuestra república muy oronda le abría las piernas con permisos de
hacer que lo que se le viniera en gana. Es así como las trasnacionales y
multinacionales comenzaron a inundarnos, explotando nuestros recursos naturales
y mano de obra. Pueblos enteros afectados por las malas prácticas de
producción; la minería a cielo abierto, la tala de árboles, el robo de tierras
fértiles, la disminución de los ríos, el desempleo, muerte de trabajadores y
sindicalistas fueron temas comunes que nos arribaron sin explicación, como si
todo hubiera ocurrido en un día donde estábamos profundamente dormidos.
Es el momento de nombrar al monstruo que viene creciendo
desde el 2003 y que hoy ya esta hecho todo un pie grande. Si señores, hablamos
del TLC o tratado del libre comercio, ese que ahora todos (excepto los
uribistas) repudiamos. No satisfechos con el tremendo daño a nuestro país,
llega un nuevo personaje a empeorar la sopa. Álvaro Uribe Vélez, en ese tiempo
presidente de Colombia, al evidenciar la inefectividad del ALCA decide aliar a
Colombia con Estados Unidos. Tras varios años en negociaciones, el 24 de julio
de 2008 la corte constitucional declaró
el tratado exequible, pero en el congreso de
Washington los demócratas consideraron que nuestro país no había tenido
avances en materia de seguridad, derechos humanos y laborales. Era evidente que el TLC destruiría el campo,
es por eso que apareció el plan de acción más conocido por su corrupción que
por su finalidad, Agro Ingreso Seguro, institución que ayudaría económicamente
a los campesinos para que tuvieran mas posibilidades de competir con el mercado
estadunidense. El tema quedo en veremos.
Sin embargo, al posicionarse el gobierno de Juan Manuel Santos y el del
presidente Barack Obama las negociaciones continuaron de la mano del nuevo plan
de acción que fortalecería las
protecciones laborales y pretendía combatir la violencia contra sindicalistas.
El 12 de octubre de 2011 el congreso dio el si y para el 15 de mayo los dos
presidentes anunciaron que el TLC entraría en marcha.
No se ustedes, pero a mi todo esto se me parece a una
subasta de países tercermundistas en el que Colombia hizo parte de una
promoción. Nos compraron con el discurso favorito del SENA: “El emprendedor triunfará”, además del murmullo que se convirtió en una
ola de promociones de carros, computadoras, motos y hasta el sueño americano.
Es imposible que un enano salga victorioso en una pelea de gigantes, eso solo
pasa en los pasajes bíblicos. Desde el principio todos sabíamos que los
intereses económicos del campo colombiano entrarían en peligro por las
cuantiosas ayudas internas y subsidios a las exportaciones que recibe su
competencia estadounidense, y las barreras arancelarias, principalmente
sanitarias y fitosanitarias, para ingresar con nuestros productos al mercado estadounidense. Yo no
voy en contra del desarrollo y la esperanzas de poseer una economía equilibrada
y estable, pero es inevitable criticar una nueva burrada, pues ni siquiera los
planes de acción para proteger un poco el golpe de esta patria boba se
cumplieron.