La sometida.
He sometido todas las excusas en la tina de agua roja.
Sin embargo la excusa pasional se rehúsa a diluir sus instintos con la melancolía de la niña púbertica. La vida, esta vida que no
es mía, no le deja danzar en el agua turbia de mi tina, dice que esa excusa es
la que vive por mí.
La venganza de los objetos inanimados.
Aunque cambie de bombilla, de
sábana, de perchero, de habitación
Continúa la pesadez impregnada en los
objetos que conservo o encuentro. Como si mis manos los tocarán con rabia melancólica
y ellos se empeñaran en confabular una venganza catatónica. La bombilla por su
propio parecer se enciende; la sábana se ensaña en desprenderse del colchón en el
que la retengo; el perchero procura hacerme
punta pie cada amanecer, y por su parte, la habitación escribe con telarañas en
sus paredes: “Vete a casa”
7: 29: 59 pm.
Con la mano en la esperanza telefónica, pido que no llame para
evitarme la decepción, la fatalidad de esta espera que terminará en un punto
final. Con el desconsuelo en el pecho pido una siguiente llamada, un timbre
agudo que me despierte de este letárgico ensueño. Estos pocos segundos que le
quedan en mi historial, he empezado a forjar con sus silencios pertinentes a su
ausencia, una discusión que perturbara nuevamente mi excusa pasional. Pero ante
toda esta pesadez me guardo la ilusión de escuchar su vos y poder decirle, en
contra de mi voluntad, todo ha sido un fracaso, un delirio que ha asesinado mi
ego.
La protectora.
Me tengo a mí, la niña que estornuda fluidos orgásmico y
escupe la sangre que no le hace falta. Me tengo a mí, la niña
turbulenta y ruda que se desnuda ante el mundo sin vergüenza. Y Tengo la niña
olvidadiza que renuncia a la pesadez del tiempo. Pero no tengo la niña que
responde los interrogantes que provienen del origen, la casualidad y la palabra
inerte que se presentan como barricadas en la vida. A la deriva de una ciudad
oxidada, sigo buscando la niña que salvará esta
historia. Sé que de alguna manera estará esperándome sin afán y sin rostro. Y
juntas partiremos sin pasado y sin futuro lejos de casa.
Suspiros que viajan a la velocidad de la luz.
En la colisión de mi búsqueda
Reposo y me digo: No es su nombre lo
que quiero encontrar
Es el cielo entumecido de mis
orgasmos que con su sexo logró crear.
Ese olor suyo que devora mi realidad
Palpándome unos besos que quizás son
solo sombras
Pero que deliciosamente jadearon en
mi lecho.
De nuevo ciento el vértigo en
relieve, este desafío pasional.
Por qué no viene, por qué no dice lo
que yo quiero
Y fornicamos como yo quiero y reposa
en mis pechos el tiempo que yo quiero.
En la soledad de mis masturbaciones
Los orgasmos se aferran a su cuerpo
Y me dicen que quieren humedecer sus
piernas
Desean intercambiar respiraciones
cortadas y una piel encendida
Han tomado confianza y quieren
decirle te quiero
Aunque mi voz se ahogue en
el vacío de su ausencia.