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domingo, 3 de febrero de 2013


Cinema porno.

Armenia, la capital más pequeña de Colombia se ha reconstruido de manera descontrolada e imperfecta. Una ciudad que levanta con orgullo edificios de 21 pisos en terrenos inestables y destruye sus edificaciones históricas, refleja perfectamente las irregularidades en la planificación de sus estructuras y en la memoria histórica de sus habitantes. Los edificios y los centros comerciales nos hacen creer que estamos bien económicamente, mientras, sin darnos cuenta pagamos con la historia de la ciudad. Esas estructuras viejas reflejan un impedimento para la modernidad y tras su demolición nos impiden que recordemos y nos identifiquemos con un pasado.

Quizás muchos no reconozcan estas edificaciones como objetos culturales y arquitectónicos de la ciudad, y quizás tampoco han escuchado la historia de los teatros antiguos que tanto en  Armenia como en los Municipios se crearon para la exhibición de películas mediante la llegada del cinematógrafo que incursionó en la zona del Quindío en las primeras décadas del siglo XX.

De tantos teatros que se construyeron en el departamento, solo uno consiguió seguir en pie tras la ola de modernismo, catástrofes y desarrollo. Hablo del teatro el bosque, uno de tantos que logró ser un referente de la cultura cinematográfica creada por la aglomeración de ciudadanos en busca de un encuentro clandestino y  el ambiente lúgubre de un teatro, sin embargo hoy de esto no queda nada. Todo tuvo mucho que ver con el terremoto de 1999, la nueva era tecnológica,  y por supuesto la llegada del monopolio de Cine- Colombia que acabó con la mayoría de teatros en el Departamento; además este teatro nos recuerda la terrible crisis económica que atraviesa Armenia hace algunos años.

Y tal vez para eso sea lo único que sirven estos edificios llenos de moho donde se esconde la basura de la ciudad, están ahí para recordarnos los errores y los tiempos felices; para esconder nuestros hábitos y desviaciones éticas y morales, son un reflejo de nuestra propia vida; así como lo hace el teatro El Bosque. Anteriormente llamado el teatro Victoria, construido en sociedad por Alberto Páez y el Doctor Velásquez en los años 60, Este teatro se inaugura en 1965 con la película “Las aventuras de Kalimán”. En la década el 80 el teatro se divide en dos espacios por problemas económicos. A la segunda sala se le da el nombre de teatro El Bosque, se inaugura en 1985 con la película de ciencia ficción “Flash Gordon”. Más adelante el teatro Victoria es vendido para la creación de una discoteca, que se convierte en un local de las Apuestas Ochoa que permanece hasta el momento.

Con la llegada de la tecnología a la ciudad y el monopolio de Cine- Colombia, el mercado de cine independiente disminuyó notablemente, lo que llevo al propietario actual del teatro: Duván Rojas a cambiar la clasificación de carteles “Social Pepita”, que eran las carteleras para las niñas entre 15 y 20 años y la “Social Doble”, que era para toda la familia por la “Especial X” cine porno. Este género cinematográfico se intensifico a partir de la primera película hecha en 1959 por Russ Meyer  llamada "El Inmoral Sr. Teas", aunque no representa el porno actual.

De esta manera,  Kalimán fue cambiado por una sexy rubia que jadea casi dos horas para cinco u ocho asistentes. Los poster de súper héroes se transformaron en ardientes enfermeras y el público se convirtió en un clan de hombres “depravados”.  Esta situación escandalizó a la comunidad, dado que este teatro está ubicado en la Cra 22-21 # 46 cerca al colegio Rufino José Cuervo del Centro, lo que obligó a Duván a suprimir sus carteles eróticos por simples carteleras que menciona los títulos de las películas, para evitar convertirse en un ilegal profesor de educación sexual.  

Hemos creado la tendencia a asociar al público que asiste al teatro El bosque con la morbosidad, depravación sexual y transgresión de los valores éticos y morales, porque una película porno no puede causar una emoción diferente a la de incitar los deseos sexuales por medio de la dominación femenina. Consecuentemente  se crea una imagen  desagradable de este teatro en nuestra conciencia colectiva y hacemos todo lo posible por evitarlos. Cabe resaltar que la proyección de estas películas comenzó después del terremoto, lo que conlleva a un desarrollo paralelo entre la vida de los habitantes y el lugar, causando una mayor estigmatización, por haber presenciado la transformación de cinema familiar a cinema porno.

No obstante, el teatro conserva los símbolos que representan la tranquilidad y la seguridad; el misterio y la clandestinidad que las personas buscan como escape a su cotidianidad. El teatro continúa abriendo sus puertas, gracias a su público que oscila entre 40- 80 años de edad, dado que para ellos es muy complicado manejar un DVD o la computadora. Es claro que la internet ha devaluado la industria cinematográfica porque se ha convertido en la principal fuente para ver cine y en especial pornográfico, sin embargo el espacio lúgubre y la magia que concentra el teatro atrae a unos pocos que disfrutan del  placer sexual en una pantalla grande.

Lastimosamente este centro histórico y de recreación visual está en riesgo de ser destruido con el propósito de construir un edificio de valor comercial. Probablemente  el desarrollo de la ciudad sea más importante que un montón de silletería vieja pero pienso que también es importante reconocer los teatros de Armenia como referentes históricos que cambiaron la rutina de un fin de semana y la forma de ver la realidad a través de una pantalla. De igual manera, la imagen de los teatros logró crear momentos que nos identifican con los demás, por medio de acciones que compartimos y celebramos, en fin para mi este último teatro es como una cajita de memorias cubierta de polvo que la ciudad debe cuidar.

Teatro El bosque en la actualidad.