Es un arrebato que sube y
baja por la garganta
Que se hace evidente cuando
miro la niña en el espejo;
Como duerme, como llora,
como se para en la ventana que nunca abre.
Es un arrebato que sumerge
del oscuro retorno de girar en espiral
Un destino que permanece
encerrado en mis cuencas y que no alcanzo a nombrarlo
Es un arrebato que barre el ego hacia el rincón del escondite, porque no para de decir adiós.
Es un arrebato que impulsa a
la verdad ser primicia de estas páginas corrientes desplegadas de perdidas temporales, pero se que un día ya no estarán.
Es un arrebato que no
entiende de silencios, el suscita gritar
al dolor anestesiado y humedece sus conductos exclamatorios, miles de lágrimas
estallan esta noche de madrugada novembrina.
Es un arrebato que despega
de la cama este cuerpo adormecido y
lo envía directo al jardín; no son las
flores que descubro y contemplo, es un suelo sin muros que no retiene.
Pero el mismo arrebato que
sacude en mis adentros y me obliga a sentir el vértigo de enfrentarme a la
maleabilidad del ser, fue el mismo que
me despertó el frio en los huesos de niña.
Miles de niñas que me han
desfallecido mirando el espejo y la ventana que nunca abre, dulce pájaro hoy no
cantes, la última niña ha muerto.
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