Archivo del blog

domingo, 16 de marzo de 2014

Historia

Ensueño 

Una  mañana,  al despertar, una mujer  encuentra en su casa a un monstruo.  Lo que sigue después es su angustiosa huida que se resume a dar vueltas por toda la casa, pues  es prisionera del horrible intruso.  El monstruo empieza a destruir la casa intentando hallarla. El aullido del visitante provoca en la mujer  un enredo de pánico y  tensión que la llevaran a la locura. Pero lo que no sabe es que hay un grupo de hombres que rastrean fantasmas, monstros o seres extraños, y entran a su casa para ayudarla. Ella les agradece. Sin embargo, la historia es producto de un sueño que la mujer tiene minutos antes de despertar. 

Los efectos que se utilizaron fueron los siguientes: 
Efecto ambiente: Se utilizó para crear el ambiente de la mañana.
Efecto bostezo: Se utilizó para indicar que la mujer se acaba de despertar
Efecto vidrio de ventana roto: Se utilizó para indicar la entrada del monstruo a la casa
Efecto corazón: Se utilizó para hacer sentir el miedo de la mujer 
Efecto suspenso: Se utilizó para recrear el ambiente
Efecto grito de mujer: Se utilizó para indicar que la mujer ve al monstruo
Efecto gruñido: Se utilizó para darle entrada en la historia al monstruo
Efecto respiración: Se utilizó para recrear el temor y pánico que está empezando a sentir
Efecto portaretrato roto: Se utilizó para indicar que el monstruo la quiere solo a ella
Efecto de puerta: Se utilizó para recrear la presencia del monstruo en su habitación
Efecto de gruñido bajo: Se utilizó para indicar que el monstruo intenta decir algo. 
Efecto de lámpara rota: Se utilizó para darle poderes al monstruo que quiere destruir también la casa 
Efecto de pisadas de vidrio: Se utilizó para indicar que la mujer camina por lo vidrios rotos y el monstruo la escucha
Efecto de estruendo: Se utilizó para indicar que van a tumbar la puerta para ayudar la mujer que grita
Efecto de canción: Se utilizó para indicar la entrada de los caza fantasmas, los hombres que quieren ayudar a la mujer
Efecto de disparo lase: Se utilizó para caracerizar la muerte del monstruo 
Efecto suspiro de mujer, efecto de aplauso y el efecto de beso: Se utlizaron para recrear el agradecimiento de la mujer 

Historia hecha con sonidos



miércoles, 16 de octubre de 2013

Pendejadas

¿Por qué nos gustan los suicidas?

Las almas malditas nos enamoran con sus cartas fatídicas. Su tinta corre por el papel con la libertad que nadie más tiene. Escriben con mayúsculas para decirnos que no hay otra salida. La autodestrucción y la  abolición  de toda razón es la única salvación. No podemos negarlo, nos encanta escuchar el soundtrack de su muerte pasajera y el eco de su cuerpo cuando cae en el rincón de la vergüenza. Su voz es una poesía neurótica que se contonea en una calle interminable para decirnos: “he estado dando tumbos por ahí, lúgubre, oscura, desolada, enferma”

Es una delicia pensar en Sylvia Plath, Virginia Wolf, Ian Curtis, Kurt Cobain, cuando nuestra cabeza es un batallón de problemas.  Su bipolaridad es nuestra bipolaridad, ellos distorsionan nuestros temores infantiles, hacen de la muerte una muchacha de labios ebrios que carga en sus bolsillos pastillas de colores.

Nos gustan los suicidas románticos, aquellos que llegaron a su casa, encendieron la televisión y dejaron una película de Werner Herzog. Los que prepararon la soga mientras corría el álbum “The idiot”. Nos gustan los que descolgaron el teléfono y durmieron eternamente en el sillón. Los que dejaron la puerta abierta para que su sangre fluyera por todo el edificio, y definitivamente, nos encantan los suicidas que encendieron la luz de su lámpara para mejorar su estado de ánimo y recibir a la muchacha de labios ebrios con una sonrisa.

Y aquí estamos, contemplando el llanto de los ahogados, de los que guardan la esperanza de encontrar la niñez interminable, esa que perdieron en el paraíso artificial a punta de cabellos alborotados, de voces amargas, de palabras tejidas con angustia, de eyaculaciones volcánicas e inyecciones orgásmicas. ¿Cómo no pedir la inexistencia, si el espíritu es un vago epiléptico que ha perdido las emociones? Es injusto murmurar la cobardía de un cuerpo inerte. No existe tal cobardía, a veces tener una tibia esperanza es más venenoso que la desgracia que llevamos, no en el alma, sino en la sombra.

La sombra es la cara amarga de los neuróticos, ellos no siempre se suicidan,  prefieren observar la corriente que se lleva los miedos, la impotencia, el silencio. Viven de teoría, palabras inertes que no consiguen sumergir en la tina de agua roja. Escriben para sentir su lenta caída a la nada. Aplauden a la muerte, se burlan de la vida. Caminan y duermen en habitaciones sin ventanas. Detestan los días soleados, el canto de los pájaros. Saborean el tedio que impregna los domingos. Habitan en el suelo de los impedidos y sobreviven con el desprecio. Para ellos no existe el fin, el sufrimiento es un pinchazo repetitivo.

Pero estamos hartos de los neuróticos, ellos nos engañan con su sentimiento trágico de la vida. Lo suicidas, por el contrario,  nos seducen con su inocencia, no cargan a cuestas palabras vacías. Aunque pueden sufrir de delirios que reparen su deseo de vivir cuando su plan se frustra, siempre sabrán que hacer con el miedo. Pero eso qué nos ha de importar, si juegan con sus pasiones y la seguridad de sus biografías apuntando a la sien con un revolver calibre 38. Qué nos va a importar si son náufragos en la podredumbre, profanadores que escarban en sus venas un brote de esperanza. Cómo nos gustan sus muertes que no son mudas. Sus ceremonias de exilio. El privilegio de suprimir su tiempo. Es por eso que decidí venir a la ciudad de los suicidas, para ver como aman la vida mientras se follan a la muerte. 

Visión Experimental

Sobre E.M. Cioran por Fernando Savater 

¿Cuales son los derechos de la desesperanza? ¿Puede edificarse un discurso atareado en negarlo todo y en negarse, en desmentir sus prestigios, su fundamento y su alcance, su verosimilitud misma? ¿No es esl escribir una tarea afirmativa siempre,de un modo u otro, apologética incluso en la mayoría de los casos? ¿Cómo se compagina la escritura con la demolición radical, que nada respeta ni propone en lugar de lo demolido, que no se reclama de tal o cual tendencia, ni quisiera ver triunfante cosa alguna sobre las borradas ruinas de las anteriores; cómo se compagina el texto con las lágrimas, las palabras con los suspiros, el discurso racional con el punto de vista de la piedra o de la planta? ¿Es concebible un pensamiento que se ve a sí mismo como una empresa imposible o ridícula, inevitablemente falaz en el justo momento de reconocerse su verdad? Éstas son algunas de las más urgente preguntas que se plantean al hilo de la lectura de Samuel Beckett o de E.M. Cioran. La respuesta no puede venir de un exterior que las obras de esos autores niegan: es preciso volver al interior de ltexto mismo, reincidir en la pregunta, convercerse de que adentro tampoco hay nada. Leer a Beckett o a Cioran es reasumir, una y otra vez, la experiencia de la vaciedad. 

Lo que hay que decir es que siempre se dice demasiado. La multiplicidad de los discursos, informativos o edificantes, persuasivos, entusiasmados o curiosos, tienen algo de nauseabundo. El hombre es un animal ávido de creencias, de seguridades, de paliativos, y consigue todo eso a merced del lenguaje. Pero sus creencias son deleznables, sus seguridades ilusorias, sus paliativos risibles: ¿Por qué no decirlo así? Una vez que por azar o improbable ejercicio se ha conquistado la lucidez, la condición enemiga de las palabras, puede ya decirse, excepto lo que revele la oquedad del lenguaje de otros, frente al que el discurso del escéptico es pleno, pues asume su vacío como contenido, mientras que los demás discursos, pretendidamente llenos de sustancia, se edifican sobre la ignorancia de su hueco. Pero, ¿qué propósito puede tener proclamar la inanidad que acecha tra la palabra, salvo excluir al escéptico de la condición de engañado, de drogado por el humo verbal, excluirle de la condición humana, en suma? Por encima o por debajo de los hombres, quien conoce la mentira de las palabras y su promesa nunca puede volver a contarse entre ellos. Será una roca que no se ignora, un árbol que se sospecha o un dios consciente de que no existe: un hombre, jamás.

( El esceptisismo es un ejercicio de satisfación. Cioran): el pensamiento escéptico desarticula el lenguaje verbal que enfatiza, para bien o para mal, la raída realidad de las cosas: "Sabe desmontar el mecanismo de todo, puesto que todo es mecanismo, conjunto de artificios, de trucos,o, para emplear una palabra más honrosa de operaciones; dedicarse a los resortes, meterse al relojero, ver dentro, dejar de estar engañado, esto es lo que cuenta a sus ojos", dijo Cioran de Valéry y aun mejor podría haberlo dicho de él mismo. Pasión por el desplazamiento intelectual del objeto del pensamiento, por la disección amarga o regocijada, tanto da, de lo vigente; nada debe quedar a salvo de la crítica, pues en caso contrario ésta se convertiría en velada apología de lo otro, lo analizado: si Cioran ensalza a los emperadores de la decadencia, es frente al opaco asesino sin imaginación que dententa en nuestros días el poder, si jura, nostálgico, por Zeus o por la curvilínea Venus, lo hace sólo por interés blasfemo frente al triunfante. Crucificado; ensalzará al suicida contra quien jamás puso en entredicho la obligación de exisitir y su reciente apología del éxtasis es sólo una forma de flagelar la sosería sin sangre de la vida funcional. Nada se propone, nada se recomienda; Cioran sabe que si que si se asiente a Nerón  o a Juliano no puede recharzarse al modesto funcionario gubernamental en quien hoy perviven, sin placer ni entusiamos, los crímenes antiguos; la Historia se acepta o se rechaza en bloque, pues toda descriminación valorativa es sólo una forma especial de confusión. Por eso, las exhortaciones positivas de Cioran son siempre irónicas; cuando recomienda algo es siempre lo imposibe o lo execrable. La perplejidad resultanto no es un accidente en el camino sino la meta misma del caminar, la única consecuencia del pensamiento que puede se llamada, sin infamia, "lógica".

Lo que Cioran  dice es lo que todo hombre piensa en un momento de su vida, al menos en uno, cuando reflexiona sobre las grandes voces que sustentan y posibilitan su existencia; pero lo que suele ser pasado por alto es que la versimilitud del discuros de Cioran, el que sea concebible, siquiera momentáneamente, compromete inagotablemente el tejido linguíntico que nos mece. Si tales cosas pueden ser pensadas una vez en la vida, tienen que ser ciertas: una realidad que se precie no puede sobrevivir a tales apariencias. Basta que puedan ser pensadas, para que sean. ¿En qué puede fundarse la fe, la alborada del espíritu, cuando ya han sido dichas tales cosas?. Las palabras se han mostrado ya como vacías o podridas; por un momento, hemos visto, inapelablamente, lo que alienta tras esas voces consagradas: " Justicia", "Verdad", "Inmortalidad", "Dios", "Humanidad", "Amor", etcétera, ¿cómo podríamos de nuevo reiterarlas con buen ánimo, sin consentir vergonzosamente en el engaño? Las diremos, sí, una y otra vez, pero recomidos de inseguridad, azorados por el recuerdo de un lúcido vislumbre, que en vamo trataremos de relegar al campo de lo delirante; la verdad peor, una vez entrevista, emponzoña y desasosiega por siempre la concepción del mundo a cuyo placentario amparo quisimos vivir. ¡Lucidez, gotera del alma...!

La mirada desesperanzada sobre el hombre y las cosas, la repulsa de los fastos administrativos que tratan de pailar la vaciedad de cualquier actividad humana, al sarcasmo sobre la pretendida extensión y profundidad del conocimiento científico, la irrisoria sublimidad del amor, biología ascendida a las estrellas por obra y gracia de los chansonnier de ayer y hoy, nuestra vocación - la de todo viviente - al dolor, al envejecimiento y a la muerte; todos esto temas los comparte Cioran con los predicadores de todas las épocas, los fiscales del mundo, quienes recomiendan abandonarlo en pos de la gloria de otro triunfal e imperecedero, o de una postura ética, de apatía y renuncia, más digna. ¿Es, pues, Cioran un moralista? Lo primeramente discernible en su visión de las cosas es el desprecio, y esto parece abundar en tal sentido; pero podríamos decir, con palabras que Santayana escribió pensando en otros filósofos, que "el deber de un auténtico moralista hubiera sido, más bien, distinguir, por entre esa perversa o turbia realidad, la parte digna de ser amada, por pequeña que fuese, eligiéndola de entre el remanente despreciable". Junto al desprecio, el moralista incuba dentro de él algún amor desesperado y no correspondido, rabioso:ama la serenidad, la compasión, la apatía, el deber o el nirvana: ama una virtud, una postura, una resolución. Salva, de la universal inmundicia, un gesto. Cioran no condesciende a ninguna palinodia; jamás recomienda. Quizá prefiriese, en ciertos momento, la condición vegetativa a la animal, pero no con el ademán de dignidad ofendida del moralista que gruñe:"La condición humana es una estafa, burlémosla haciéndonos vegetales", sino con irónico distanciamiento: "Señor, juez, señor arzobispo, admirado filósofo, ¿no sería mejor, a fin de cuentas, aun a costa de la fachenda, ser cardo o coliflor?".

 

domingo, 3 de febrero de 2013


Cinema porno.

Armenia, la capital más pequeña de Colombia se ha reconstruido de manera descontrolada e imperfecta. Una ciudad que levanta con orgullo edificios de 21 pisos en terrenos inestables y destruye sus edificaciones históricas, refleja perfectamente las irregularidades en la planificación de sus estructuras y en la memoria histórica de sus habitantes. Los edificios y los centros comerciales nos hacen creer que estamos bien económicamente, mientras, sin darnos cuenta pagamos con la historia de la ciudad. Esas estructuras viejas reflejan un impedimento para la modernidad y tras su demolición nos impiden que recordemos y nos identifiquemos con un pasado.

Quizás muchos no reconozcan estas edificaciones como objetos culturales y arquitectónicos de la ciudad, y quizás tampoco han escuchado la historia de los teatros antiguos que tanto en  Armenia como en los Municipios se crearon para la exhibición de películas mediante la llegada del cinematógrafo que incursionó en la zona del Quindío en las primeras décadas del siglo XX.

De tantos teatros que se construyeron en el departamento, solo uno consiguió seguir en pie tras la ola de modernismo, catástrofes y desarrollo. Hablo del teatro el bosque, uno de tantos que logró ser un referente de la cultura cinematográfica creada por la aglomeración de ciudadanos en busca de un encuentro clandestino y  el ambiente lúgubre de un teatro, sin embargo hoy de esto no queda nada. Todo tuvo mucho que ver con el terremoto de 1999, la nueva era tecnológica,  y por supuesto la llegada del monopolio de Cine- Colombia que acabó con la mayoría de teatros en el Departamento; además este teatro nos recuerda la terrible crisis económica que atraviesa Armenia hace algunos años.

Y tal vez para eso sea lo único que sirven estos edificios llenos de moho donde se esconde la basura de la ciudad, están ahí para recordarnos los errores y los tiempos felices; para esconder nuestros hábitos y desviaciones éticas y morales, son un reflejo de nuestra propia vida; así como lo hace el teatro El Bosque. Anteriormente llamado el teatro Victoria, construido en sociedad por Alberto Páez y el Doctor Velásquez en los años 60, Este teatro se inaugura en 1965 con la película “Las aventuras de Kalimán”. En la década el 80 el teatro se divide en dos espacios por problemas económicos. A la segunda sala se le da el nombre de teatro El Bosque, se inaugura en 1985 con la película de ciencia ficción “Flash Gordon”. Más adelante el teatro Victoria es vendido para la creación de una discoteca, que se convierte en un local de las Apuestas Ochoa que permanece hasta el momento.

Con la llegada de la tecnología a la ciudad y el monopolio de Cine- Colombia, el mercado de cine independiente disminuyó notablemente, lo que llevo al propietario actual del teatro: Duván Rojas a cambiar la clasificación de carteles “Social Pepita”, que eran las carteleras para las niñas entre 15 y 20 años y la “Social Doble”, que era para toda la familia por la “Especial X” cine porno. Este género cinematográfico se intensifico a partir de la primera película hecha en 1959 por Russ Meyer  llamada "El Inmoral Sr. Teas", aunque no representa el porno actual.

De esta manera,  Kalimán fue cambiado por una sexy rubia que jadea casi dos horas para cinco u ocho asistentes. Los poster de súper héroes se transformaron en ardientes enfermeras y el público se convirtió en un clan de hombres “depravados”.  Esta situación escandalizó a la comunidad, dado que este teatro está ubicado en la Cra 22-21 # 46 cerca al colegio Rufino José Cuervo del Centro, lo que obligó a Duván a suprimir sus carteles eróticos por simples carteleras que menciona los títulos de las películas, para evitar convertirse en un ilegal profesor de educación sexual.  

Hemos creado la tendencia a asociar al público que asiste al teatro El bosque con la morbosidad, depravación sexual y transgresión de los valores éticos y morales, porque una película porno no puede causar una emoción diferente a la de incitar los deseos sexuales por medio de la dominación femenina. Consecuentemente  se crea una imagen  desagradable de este teatro en nuestra conciencia colectiva y hacemos todo lo posible por evitarlos. Cabe resaltar que la proyección de estas películas comenzó después del terremoto, lo que conlleva a un desarrollo paralelo entre la vida de los habitantes y el lugar, causando una mayor estigmatización, por haber presenciado la transformación de cinema familiar a cinema porno.

No obstante, el teatro conserva los símbolos que representan la tranquilidad y la seguridad; el misterio y la clandestinidad que las personas buscan como escape a su cotidianidad. El teatro continúa abriendo sus puertas, gracias a su público que oscila entre 40- 80 años de edad, dado que para ellos es muy complicado manejar un DVD o la computadora. Es claro que la internet ha devaluado la industria cinematográfica porque se ha convertido en la principal fuente para ver cine y en especial pornográfico, sin embargo el espacio lúgubre y la magia que concentra el teatro atrae a unos pocos que disfrutan del  placer sexual en una pantalla grande.

Lastimosamente este centro histórico y de recreación visual está en riesgo de ser destruido con el propósito de construir un edificio de valor comercial. Probablemente  el desarrollo de la ciudad sea más importante que un montón de silletería vieja pero pienso que también es importante reconocer los teatros de Armenia como referentes históricos que cambiaron la rutina de un fin de semana y la forma de ver la realidad a través de una pantalla. De igual manera, la imagen de los teatros logró crear momentos que nos identifican con los demás, por medio de acciones que compartimos y celebramos, en fin para mi este último teatro es como una cajita de memorias cubierta de polvo que la ciudad debe cuidar.

Teatro El bosque en la actualidad. 










domingo, 16 de diciembre de 2012


Carta de una mujer con exceso pasional crónico y un incorrecto deseo anticipado.

De repente me ha dado por escribirle una carta injustificada.  Diría que es como un regalo del día del padre, pero su contenido no sustenta las palabras que se le dice a un padre. Podría ser el regalo que se obsequia en los días que no se celebra nada, pero me negaría la dicha de celebrar los días en que cargo su nombre en la mente.  Entonces, me atrevo a decirle que es la forma más caprichosa que tiene una mujer pubertica  para encerrar las palabras  que abarcan un estado delirante, un exceso pasional crónico que se hospeda en un cuerpo de niña, un incorrecto deseo anticipado que ha ido creciendo desmesuradamente tras el roce de mis labios  fértiles con sus labios pulcros.

Yo quisiera que alimentara mi capricho de tenerle en los momentos inesperados y rasgara esta pesadez que me sucumbe. No le pido un cuerpo constante, ni con futuro, me salvaría si me entregara su cuerpo casi obsceno casi prohibido. Y en el cruce de mis deseos con lo que usted podría estar pensando, le aclaro que mi cuerpo es un espejismo maléfico dispuesto a evidenciar las ganas que me deja y la satisfacción que me inyecta; la curiosidad que me antoja y esa indiferencia que ínsita a robarle un beso en público. 

Procuraría por crearle una vida paralela sin tener que aprisionar y borrar la seguridad de su biografía. No estaría dispuesta a entrometerme en su vida real, pues mi deliro, especialmente nocturno, es llevarle a otra fracción de la realidad fuera de términos cotidianos, de horas rutinarias, de palabras forzadas y momentos agonizantes que reproducen recuerdos estériles.



Se viene, como orgasmo, un arrebato de hacerle compañía en los espacios más inverosímiles. Me arrastra ante usted, el deseo de amanecer sumergida en el misterio que me comparten sus labios. Estoy ansiosa por llevarlo al laberinto de las pasiones prohibidas y plasmarle una aventura de película en la memoria cruel que compartimos. Es así, que declaro mi antojo por usted, señor. Quizá no sea consciente de la magnitud de mis palabras y usted sé esté preguntando qué carajos estoy pensando y yo no tendré una respuesta razonable, y quizás usted se disguste o se sonroje; preferiría que se sonrojara, porque quiero ponerle color a esas mejillas de fruta madura.

Le advierto que no combino en mi almohada su esencia con las consecuencias de lo que podría llegar a ocurrir. No está en mis manos detener una pasión que se disfraza de prejuicio. Sin embargo me declaro una egoísta empedernida, no quiero que nuestros suspiros se arrojen al viento de la esfera pública, me gustaría que esta aventura dejara intactos los criterios que la definen: secreto, prohibición, incierto, deseo, expedición, y sobre todo el arrebato que nos obliga a unirnos.



domingo, 9 de diciembre de 2012

Crónica.


El tinto que no sirven en casa.

Abelardo Giraldo, Gerardo Gómez y Mario Castaño se reúnen todos los sábados a las 10:00 am en la Cafetería “La Selecta” para conversar sobre la finca que  Mario quiere, la que  Abelardo vendió y la que Gerardo nunca tendrá.  Cada uno con un sueño diferente se distrae al compás de un Tango y buen tinto con Aguardiente. Cuando están entonados, salen a relucir los discursos, los abrazos y las preocupaciones cotidianas. Analizan  la situación del Agro y confían con que uno de ellos pueda llegar algún día a comprender el significado del sello con que  han marcado su región: Paisaje Cultural Cafetero.

En el municipio de Circasia, un pueblo de hombres rebeldes y mujeres enamoradas de la libertad, vive hace más de cincuenta años Abelardo Cardona, un hombre que desde pequeño fue predestinado a trabajar la tierra. La suerte de su padre lo llevo a cargar un coco en la cintura y a soñar con tener su propio tajo de café. Aunque Abelardo no se ganó su finca en una apuesta de Billar Pull como su papá,  tuvo la suerte de casarse con Edilma López, una mujer verraca que sufrió y luchó junto a él para sacar adelante la tierra que su padre le heredo.  Lo curioso es que Abelardo ya no tiene la finca donde creció y vio nacer a sus hijas. La causa de sus preocupaciones y el último recuerdo de su padre se esfumaron. A pesar de que hizo todo lo posible por salvar su terreno, la producción de café fue insuficiente para pagar los abonos, los trabajadores y el sostenimiento diario.

Es sábado  10:00 am y Abelardo se reúne con sus amigos Gerardo y Mario en la Cafetería de siempre. Piden tres tintos con Aguardiente y una canción del Caballero Gaucho.  Abelardo se quita el sombrero  y comienza a desflorar su verbo antipatriótico, explica a sus compañeros la más reciente paradoja colombiana.

Aunque Abelardo no vio hace más de un año la noticia que anuncio el nombramiento de su región como Paisaje Cultural Cafetero, si recuerda muy bien que la noticia llenó de  alegría a sus vecinos, seguramente porque les devolvió las ilusiones de conservar y mejorar sus tierras. No obstante, Abelardo, Gerardo y Mario coinciden en afirmar que no se han beneficiado con las cuantiosas ayudas que prometieron para la conservación del paisaje, por lo tanto, no han podido asignarle otro tipo de significado diferente al orgullo que sienten por su región, ese que ya tenían mucho antes de aparecer el nombramiento de la Unesco.

Entre quejas, tangos y licor encubierto en una taza de café, Abelardo menciona que el nombramiento de P.C.C solo es una fachada del imperialismo criollo para aumentar el turismo y engrosar sus intereses económicos. Es cierto que  dicho nombramiento ha aumentado el turismo en el Quindío y que sus parques temáticos son apetecidos por los extranjeros, pero también es cierto que el capitalismo y el desempleo en la región llevan a consolidar la destrucción del medio ambiente y la creación de los carteles de prostitución. Además, se nota como los demás elementos que hacen parte del P.C.C, entre ellos las personas, son ignorados para darle mayor relevancia al turismo.

Cada vez que Abelardo  trae al presente el  recuerdo de las buenas épocas, la melancolía se desflora en sus palabras, su mirada se pierde entre los cafetales que un día fueron suyos y  que hoy no pudo seguir cultivando. De repente me dan ganas de contarle la más reciente jugada de la Federación Nacional de Cafeteros.  En tono de chascarrillo le comento que hace poco invirtieron 40.mil millones de pesos para la construcción de un museo, centro de interpretación del café y  P.C.C en Bogotá para que el país y el mundo entero se sientan orgullosos del campesino.  

Paradójicamente el museo no será en Armenia, ni en Manizales, ni en Pereira, ni mucho menos en Sevilla, el museo de café será construido en la chimenea de la capital con el fin de atraer inversionistas para incrementar el turismo, mientras que el campesino vende sus fincas y se hunde aún mas en el fango de la pobreza. No le conté está noticia para lastimar aún más su herida, sino para darle la razón que este gobierno solo ve al campesino como la locomotora que jalona la economía colombiana. 

“Entonces, ¿Usted no esta orgulloso de su pueblo?”, Grita Gerardo mientras le da un golpe a la mesa. Abelardo responde con un silencio meditabundo, sonríe y se toma su cuarto tinto con aguardiente, ese que no le sirven en casa.

Muchos de los campesinos y lectores creerán lo mismo y dirán que es un orgullo ser nombrado patrimonio de la humanidad pero, sin duda alguna, hace falta combatir la enfermedad de los bobitos y exigir los puntos que se nombraron durante el proceso avaluado por la Unesco: “Se fortalecerá el compromiso institucional y comunitario con la protección del medio ambiente y se tendrá acceso a mayor asistencia internacional, mediante la cooperación e inversión en diferentes aspectos sociales y ambientales”. (Tomado de la Crónica).

La mirada curiosa cambia de sujeto, ahora el show se lo roba el personaje de camisa a cuadros, de botas pantaneras  y de bozo al estilo Juan Valdez. Él se balancea en su silla, quiere hablar pero las carcajadas de sus amigos le impiden pronunciar su discurso. Por un momento las risas cesas y un silencio los invade. “Señores, ¿pasó la virgen, o qué?” dice Gerardo. Él apoya sus codos en la mesa y lanza un quejido moribundo: “Yo no se porque este Sábado el tinto me ha cogido tan rápido”. Se disculpa mencionando que a su edad es completamente normal. Por el contrario, lo que no le parece normal es que en sus 65 años no haya podido comprar una finca, su oficio de recolector no le alcanzó para ahorrar y cultivar su propia tierra.  Gerardo a modo de chanza le lanza una palmada a Abelardo (Él ni la siente). Pero Gerardo no quiere bromear, se le nota que está dolido con la vida injusta y solo pretende desquitarse con su amigo, quien vendió la finca a un precio irracional y él no tenía ni un peso para comprarla.

 “A mi solo me gusta recolectar café y yo escojo la finca donde quiero trabajar” dice Gerardo ya con la lengua un poco enredada. Pero él sabe que habrá días donde no pueda escoger la finca y le toque trabajar un día a cambio de un graneo miserable que le alcance para pagar la renta y comprar un mercado como los que llevan a las iglesias, término que le recuerda agradecer a los cielos por no haber tenido hijos y evitarles el sufrimiento de la irracionalidad de este mundo.
 - “Vea niña, la situación no está como para reproducirnos como curíes”.

Dicen los grandes sabios que la nueva era tecnológica y el boom de las comunicaciones acortan distancias y mejoran la calidad de vida de las personas, pero desde que Gerardo compró su celular, pocos trabajos a conseguido, a veces olvida cuál es su rington y termina regañando a su esposa porque tiene 4 llamadas perdidas y él no las escucha: -“Mija es que usted me ha estado moviendo el celular”-. 
Sabe que no es culpa de su celular ni de su mujer, que en el Quindío no necesiten recolectores, menciona que tampoco es culpa de la F.N.C, y al contrario que Abelardo, cree que es una institución de la que tenemos que estar orgullos, así como del nombramiento del P.C.C, pues dramáticamente anuncia que las nuevas generaciones al menos conocerán el café como un grano de plástico exhibido en un museo.  

A Gerardo le queda mucho tiempo libre en su oficio de recolector, cómo la cosecha de café se presenta solo dos veces al año, se ha dedicado a leer  sobre la economía del café, y vaya sorpresa tanto para mi como para sus amigos, porque sin palabras triviales nos explica la razón del porque el café esta tan barato: 
- “La economía del café es como un rompecabezas: En el mundo existen 30 países tropicales que cultivan café y 20 millones de caficultores que lo  producen sin importar el clima o la calidad de tierra. Los dueños del café en el mundo entero son Estados Unidos, Alemania, Italia e Israel. Entonces las ganancias del Café producido por esos 20 millones de caficultores, la mitad se la tragan esas siete firmas, y la otra mitad queda para repartirla entre esos 30 países tropicales. Dígame niña, ¿Quien se anima a seguir cultivando café?”-.

Dentro del discurso apocalíptico de Gerardo, Mario Castaño rompe su largo silencio para afirmar que aquí lo importante no es el café o el turismo, ni mucho menos el P.C.C, aquí lo que prima es el valor humano, y lo dice no por la amabilidad de la gente, ni por sus costumbres que crean estereotipos de la cultura quindiana, lo dice porque el ser humano tiene la facilidad de adaptarse fácilmente a su entorno, incursionando en cualquier tipo de cultivo como lo hizo él.

En su juventud Mario fue caficultor, le ayudaba a su padre a coger café,  lo pelaba y  lo secaba en la elda. Una rutina que cumplía en cada cosecha y que esperaba con ansias, ya que de allí sacaba el dinero para comprar sus pantalones Bota- campana que tanto le gustaban. Su padre salía hacia al pueblo en su yegua, donde vendía dos cargas de café, con el dinero que obtenía le alcanzaba para comprar la remesa de seis meses y pagar las deudas que adquiría en los tiempos de peladez.  

Su Padre, al igual que él,  disfrutaba de esa rutina, sin embargo, su salud se fue deteriorando, las labores del campo se convirtieron en una carga para su espalda, la vejez se fue apoderando de su vista y sus piernas comenzaron a necesitar de la ayuda de un bastón. De repente su padre se sintió inservible, la agonía de no poder levantarse a las 5:00 am y ponerse las botas para salir a trabajar lo devastó, era como si la finca estuviera cobrando una vida por todo el bienestar que les dio.

Cuando finalizó el duelo familiar, las 4 parcelas se vendieron y el dinero se esfumó como por acto de magia, a Mario le tocó emigrar del campo para vivir en la capital. Ahora que regresó a su pueblo se dedica a recorrer las calles de Circasia en compañía de Peluda y Gitana, sus dos cabras con ubres de mujer. Aprendió a ordeñarlas y a pregonar por el pueblo la calidad de su producto, pues manifiesta que su leche se asemeja a la materna.
 
A Mario le vibra el emprendimiento en las venas, su deseo de no volver a abandonar el campo lo llevó a crear la fundación “FUNGRAAS” Fundación Granjas Asociativas Solidarias con la que pretende exigir a la Umata un terreno donde pueda tener sus cabras y cultivar su huerta para el beneficio de personas como Gerardo y Abelardo que no tienen finca.  

Ahora para Mario lo importante no es la crisis cafetera, sino la forma de hacer realidad su sueño. De alguna manera, estar ubicado en una región que es patrimonio de la humanidad, le ilumina las esperanzas de salir adelante con su nuevo oficio, el que le dará dinero para invitar la próxima vez a sus amigos a una ronda, no de tinto, sino de leche con Aguardiente. 

viernes, 9 de noviembre de 2012


Ideario (Francisco M. Ortega Palomares)


Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
 Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
 Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
 Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
 Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
 Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.
 Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
 Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
 Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
 Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.